Vista parcial de la Estela de Santo Tirso (Manzanal del Puerto). Detalle del personaje principal, con ojo soliforme y cinco hoyitos. HUELLA DE UN HÉROE PREHISTÓRICO CRISTIANIZADO.
LA ESTELA DE SAN TIRSO, EN
MANZANAL DEL PUERTO.
Huella de un héroe prehistórico
cristianizado.
Autores: David Gustavo López y
Oscar Guerra Pintor
Algunos hagiógrafos
de San Tirso cuentan que era natural de Toledo y sufrió martirio en Asia Menor,
hacia
el año 250, mediante el cruel procedimiento de cortarle en dos y
trocear sus huesos con un serrucho, razón por la que ejerce abogacía sobre las
enfermedades reumáticas y óseas. Porhaber nacido en Toledo,San Tirso gozó de
gran devoción en la Hispania visigoda y, siguiendola tradición, su culto
tambiénfue promovido durante el reinado de los primeros monarcas asturleoneses.
Tan fuerte enraizó la devoción
al joven santo en territorio leonés que casi cuarenta localidades de esta
provincia lo tienen como patrón o celebran su fiesta el 28 de enero, fecha
determinada por el santoral católico. Sin embargo, habida cuenta de que los
fríos invernales dificultan la celebración,más de un puebloha trasladado la
festividad a fechas más propicias para tal fin. Manzanal del Puerto, a 1150
metros de altitud, tiene bien justificado ser uno de ellos yhaberpospuesto la
romería ante la ermita del santo al sábado anterior al Corpus Christi.
La procesión, adornada con la
belleza de lo sencillo, parte de la iglesia parroquial y lleva en andas a la
imagen barroca de San Tirso, algo tosca pero muy expresiva. La ermita, lugar de
destino,aprovecha
la gran oquedad de una roca
situada a orillas de un arroyo que desciende hacia el río Tuerto; un rincón
bucólico y encantador en su día, pero hoy aprisionado entre la carretera
Nacional VI y la autovía A-66 que, de no haber sido, dicen, por las gestiones
“in extremis” de la Junta Vecinal, las obras de la autovía se la hubieran
llevado por delante.Es en este lugar, a escasos metros de la antigua Via Nova, calzada romana que enlazaba
Astorga y Braga, donde tiene escenario la leyenda. Cuenta un vecinoel hallazgo
dela imagen de San Tirso por un carretero que pasaba junto a la gruta y
cómo, al cogerla, comprobó que estaba agarrada al suelo y no se podía mover.
Pensando en el buen dinero que valdría, tiró de ella con uno de los bueyes y
consiguió cargarla en el carro. No habría recorrido un kilómetro cuando, de
repente, la yunta se detuvo y el carro se incendió… Otro vecino corrige, cree
que la verdadera historia arranca de cuando San Tirso, después de haber estado
predicando por la zona de Villablino, huía de sus perseguidores y, camino de
Astorga, se detuvo aquí a descansar.
Tras la misa, los devotos y quienes
no lo son tanto se someten a la tradición del “aserrado”, aplicado por el
sacerdote como una bendición a los romeros. La fiesta concluye conmúsica de
dulzainas, baile ante la ermita y convite a dulces y vino a todos los
asistentes.
La Estela de San Tirso
Verdad es que esta ermita, en determinados
momentos, produce una sensación especial, y eso a pesar del destrozo ocasionado
en todo su entorno. Algo activo, como si un ser vivo estuviese integrado en la
esencia de la roca; algo que también puede sentirse en otros lugares de
características similares.
Sumándose a esta percepción, una extraña
piedra,integrada en el murete de mamposteríapizarrosa que cierra la oquedad, sirve
de dintel al ventanuco de oraciones y limosnas existente junto a la puerta de
entrada, aunque, por razones que ignoramos, fue cegado hace muchos años. La
piedra en cuestión tiene un color grisáceo y unas características que no se
corresponden con las de la roca pizarra del entorno; diríase que se trata de un
gabro como el que aflora en algunos lugares de La Maragatería. Sobre ella están
grabadas seis figuras de rasgos esquemáticos cuya breve interpretación,
siguiendo el dibujo que hemos realizado, efectuaremos a continuación.
Ocupa lugar destacado una figura
cruciforme cuyo brazo transversal se dobla por ambos extremos en ángulo recto y
prosigue en tramos verticales descendentes. Tiene la especial singularidad de
que bajo su brazo izquierdo presenta un hoyuelo o cazoleta, de unos 2,5
centímetros de diámetro,de cuyo fondo arrancan ochomuescas que se prolongan al
exterior a modo de rayos solares. Si tomásemos como referencia la clasificación
establecida por Acosta para el Arte Rupestre Esquemático diríamos que se trata
de un antropomorfo de tipo golondrina junto con un soliforme, aunque también tiene
parecido con un ídolo oculado. Este tipo de representacionesson frecuentes en
dicho arte, sirviéndonos de ejemploalgunas pinturas existentes enla Cueva de la
Murcielaguina, en Priego (Córdoba), donde junto a varios cruciformes similares
al de Manzanal existe otro de tipooculadoque los arqueólogos Bernier y Forteaconsideran
una variante, única en este arte,de los ídolos placa de época Megalítica.
Citaremos también los grabados-insculturas del Castro de El Pedroso (Aliste,
Zamora), entre cuyas representaciones se halla una figura humana con brazos
como los de nuestra ermita y un círculo bajo cada uno de ellos, pudiendo
interpretarse como un ídolo oculadoque el catedrático de Prehistoria de la
Universidad de Salamanca Ángel Esparza fecha en la Primera Edad del Bronce (2100
al 1500 a.C.).Otra arqueóloga, Isabel Perelló, analiza una pintura rupestre de
una cruz con un soliforme sobre cada brazo, existente en el abrigo de Moriscas
(Helechal, Badajoz), y le atribuye un carácter mágico-religioso-ritual de
significado desconocido. El reconocido prehistoriador AlmagroBasch, refiriéndose
a los hoyos circulares de estos ídolos -sin afirmar que nos hallemos ante el
mismo caso-, escribe: “representan los ojos, símbolo de la gran diosa madre de
la fecundidad, que todo lo puede, todo lo hace y, por ello, todo lo ve y en
todo se hace presente”. Para la mayoría de los historiadores no existe duda
sobre la función apotropaica o protectora que además poseen.
Junto a la figura descritae intersecando
con ella existen cinco hoyitos, como cazoletas pequeñas, que parecen surgir de
la cabeza del cruciforme y, casi alineados, descienden oblicuamente y
atraviesan su brazo derecho. Este detalle arroja pistas importantes sobre el
origen de los grabados de San Tirso, pues es frecuente que el tema acompañe a
los guerreros representados en las denominadas “estelas decoradas del suroeste
ibérico”: El Corchito (Cabeza del Buey), El Tejadillo (Capilla), La Dehesa de Benquerencia, La Barca (Esparragosa de
Lares) –todas ellas en Badajoz-y las de Alamillo yEl Mesto (Almadén), en Ciudad
Real, etc.Con frecuencia, los hoyitos son cinco y se disponen en vertical o
inclinados, lo cual no facilita su interpretación, habiéndose dicho de todo,
desde botones, como sugiere Almagro, hasta proyectiles de honda, sistemas de
medida o puntos de separación entre escenas,según opiniones de otros
investigadores. Ninguna de estas hipótesis parece aplicable a nuestro caso, sobre
el que avanzaremosalgunas especulaciones:¿Serían bolas o piedras de la suerte? ¿No
querríael autor apresar las huellas de los dedos del personaje
míticorepresentado en la estela, tal y como a veces interpreta nuestra
mitología popular?
A la
derecha de la figura que hemos calificado como principal, otra más pequeña aparenta
ser un antropoide que cubre su cabeza con un tocado o una diadema –propia del
sexo femenino-, cuyos paralelos están claros en más de diez estelas del
suroeste, algunas de ellas con representaciones de dose, incluso, tres humanos,
uno de los cuales es eldiademado y otro parece ser el guerrero principal de la
escena. De las muchas hipótesis que tratan de dar significado a este tipo de
personajes destacamos la de SebastiánCelestino, arqueólogo investigador del
CSIC, quelos considera entidades protectoras del guerrero difunto. Y añadimos
nosotros: ¿Sería el sacerdote o sacerdotisa acompañando al difunto?
Prosiguiendo hacia la derecha, un nuevo
antropoide de pequeño tamaño porta un puñal o espada en su mano derecha y un
objeto circular en la izquierda que identificamos como un escudo, elemento
presente en casi todas las estelas del suroeste, aunque siempre de gran tamaño,
destacando de las demás figuras, tal vez por el carácter apotropaico que se
atribuía a este artefacto, dotado de poderes mágicos contra las influencias
malignas. Sin embargo, las reducidas dimensiones que posee éste de Manzanal nos
recuerdan enormemente a ciertos petroglifos gallegos, sirviendode ejemplo el de
la Pedra das Ferraduras, en Pontevedra.Pudiera ser que la función del gran
escudo se hubiera sustituido por la del ojo soliformeexistente bajo el brazo de
la figura que hemos analizado en primer lugar.
Sigue
otro grabado con aspecto de reptil, que no sabemos interpretar, y concluye por
la derecha con una línea verticalque cruza la piedra de arriba abajo.Tal vez
sea una lanza perteneciente a la panoplia del guerrero, frecuente en las
estelas del Suroeste, o biende un signo que marca el límite de la zona
expositiva.
Hemos
dejado para el final la gran cruz existente en el extremo izquierdo de la
piedra. Podría tratarse de otro antropomorfo, pues los cruciformes con este
significado son frecuentes en el arte esquemático, sin embargo, por las
acanaladuras regruesadasy los trazos a dos profundidades que presenta, más nos
inclinamos a pensar en una cristianización de la piedra, remarcando la cruz
sobre otro posible grabado que aquí existiera. Esta misma función la poseen
otras cruces marcadas en varias piedras de la ermita.
Por
todo lo expuesto, creemos que nos hallamos ante una estela decoradaenormemente
influida por el estilo que se desarrolló en el suroeste ibérico –en el año
2010fue hallada una estela del mismo tipo, la primera del Noroeste, en Castrelo
do Val (Orense),- pero de gran rudeza y con elementos de singularidad propia.
Su cronología, siguiendo el criterio prácticamente unánime de cuantos han
estudiado este tipo de estelas, se remontaría al Bronce Final o principios de
la Edad del Hierro, es decir, entre los años 1200 y 600 antes de Cristo.
Respecto a la función que desempeñó en origen,es probable su carácter funerario,
ligado a un personaje destacado (guerrero o no) y heroizado por su grupo
social,que le incluyó entre sus entidades protectoras; por eso, también, que
tumbas y estelas funcionaran como hitos de señalización territorial e
indicadores de vías de paso, lo cual juega a favor de que la estela de Manzanal
estuviera situada muy cerca de donde hoy se encuentra, tal vez en la propia
gruta o en un lugar cercano, en el paso del puerto y cambio de vertiente
hidrográfica. Los vecinos, en su día, sintiendo unrespeto intuitivo o un
aprecio por lo antiguo, tuvieron el acierto de colocarla en un lugar destacado
de la ermita de San Tirso, con lo cual también cristianizaron un elemento
pagano.