27 mayo 2012

Estela de Santo Tirso (Manzanal del Puerto). Estudio de David Gustavo López y Óscar Guerra Pintor. HUELLA DE UN HÉROE PREHISTÓRICO CRISTIANIZADO.



Vista parcial de la Estela de Santo Tirso (Manzanal del Puerto). Detalle del personaje principal, con ojo soliforme y cinco hoyitos. HUELLA DE UN HÉROE PREHISTÓRICO CRISTIANIZADO.


LA ESTELA DE SAN TIRSO, EN MANZANAL DEL PUERTO.
Huella de un héroe prehistórico cristianizado.
Autores: David Gustavo López y Oscar Guerra Pintor

Algunos hagiógrafos de San Tirso cuentan que era natural de Toledo y sufrió martirio en Asia Menor, hacia el año 250, mediante el cruel procedimiento de cortarle en dos y trocear sus huesos con un serrucho, razón por la que ejerce abogacía sobre las enfermedades reumáticas y óseas. Porhaber nacido en Toledo,San Tirso gozó de gran devoción en la Hispania visigoda y, siguiendola tradición, su culto tambiénfue promovido durante el reinado de los primeros monarcas asturleoneses.

Tan fuerte enraizó la devoción al joven santo en territorio leonés que casi cuarenta localidades de esta provincia lo tienen como patrón o celebran su fiesta el 28 de enero, fecha determinada por el santoral católico. Sin embargo, habida cuenta de que los fríos invernales dificultan la celebración,más de un puebloha trasladado la festividad a fechas más propicias para tal fin. Manzanal del Puerto, a 1150 metros de altitud, tiene bien justificado ser uno de ellos yhaberpospuesto la romería ante la ermita del santo al sábado anterior al Corpus Christi.


La procesión, adornada con la belleza de lo sencillo, parte de la iglesia parroquial y lleva en andas a la imagen barroca de San Tirso, algo tosca pero muy expresiva. La ermita, lugar de destino,aprovecha la gran oquedad de una roca situada a orillas de un arroyo que desciende hacia el río Tuerto; un rincón bucólico y encantador en su día, pero hoy aprisionado entre la carretera Nacional VI y la autovía A-66 que, de no haber sido, dicen, por las gestiones “in extremis” de la Junta Vecinal, las obras de la autovía se la hubieran llevado por delante.Es en este lugar, a escasos metros de la antigua Via Nova, calzada romana que enlazaba Astorga y Braga, donde tiene escenario la leyenda. Cuenta un vecinoel hallazgo dela imagen de San Tirso por un carretero que pasaba junto a la gruta y cómo, al cogerla, comprobó que estaba agarrada al suelo y no se podía mover. Pensando en el buen dinero que valdría, tiró de ella con uno de los bueyes y consiguió cargarla en el carro. No habría recorrido un kilómetro cuando, de repente, la yunta se detuvo y el carro se incendió… Otro vecino corrige, cree que la verdadera historia arranca de cuando San Tirso, después de haber estado predicando por la zona de Villablino, huía de sus perseguidores y, camino de Astorga, se detuvo aquí a descansar.

Tras la misa, los devotos y quienes no lo son tanto se someten a la tradición del “aserrado”, aplicado por el sacerdote como una bendición a los romeros. La fiesta concluye conmúsica de dulzainas, baile ante la ermita y convite a dulces y vino a todos los asistentes.


La Estela de San Tirso
Verdad es que esta ermita, en determinados momentos, produce una sensación especial, y eso a pesar del destrozo ocasionado en todo su entorno. Algo activo, como si un ser vivo estuviese integrado en la esencia de la roca; algo que también puede sentirse en otros lugares de características similares.


 
Sumándose a esta percepción, una extraña piedra,integrada en el murete de mamposteríapizarrosa que cierra la oquedad, sirve de dintel al ventanuco de oraciones y limosnas existente junto a la puerta de entrada, aunque, por razones que ignoramos, fue cegado hace muchos años. La piedra en cuestión tiene un color grisáceo y unas características que no se corresponden con las de la roca pizarra del entorno; diríase que se trata de un gabro como el que aflora en algunos lugares de La Maragatería. Sobre ella están grabadas seis figuras de rasgos esquemáticos cuya breve interpretación, siguiendo el dibujo que hemos realizado, efectuaremos a continuación.


 
Ocupa lugar destacado una figura cruciforme cuyo brazo transversal se dobla por ambos extremos en ángulo recto y prosigue en tramos verticales descendentes. Tiene la especial singularidad de que bajo su brazo izquierdo presenta un hoyuelo o cazoleta, de unos 2,5 centímetros de diámetro,de cuyo fondo arrancan ochomuescas que se prolongan al exterior a modo de rayos solares. Si tomásemos como referencia la clasificación establecida por Acosta para el Arte Rupestre Esquemático diríamos que se trata de un antropomorfo de tipo golondrina junto con un soliforme, aunque también tiene parecido con un ídolo oculado. Este tipo de representacionesson frecuentes en dicho arte, sirviéndonos de ejemploalgunas pinturas existentes enla Cueva de la Murcielaguina, en Priego (Córdoba), donde junto a varios cruciformes similares al de Manzanal existe otro de tipooculadoque los arqueólogos Bernier y Forteaconsideran una variante, única en este arte,de los ídolos placa de época Megalítica. Citaremos también los grabados-insculturas del Castro de El Pedroso (Aliste, Zamora), entre cuyas representaciones se halla una figura humana con brazos como los de nuestra ermita y un círculo bajo cada uno de ellos, pudiendo interpretarse como un ídolo oculadoque el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Salamanca Ángel Esparza fecha en la Primera Edad del Bronce (2100 al 1500 a.C.).Otra arqueóloga, Isabel Perelló, analiza una pintura rupestre de una cruz con un soliforme sobre cada brazo, existente en el abrigo de Moriscas (Helechal, Badajoz), y le atribuye un carácter mágico-religioso-ritual de significado desconocido. El reconocido prehistoriador AlmagroBasch, refiriéndose a los hoyos circulares de estos ídolos -sin afirmar que nos hallemos ante el mismo caso-, escribe: “representan los ojos, símbolo de la gran diosa madre de la fecundidad, que todo lo puede, todo lo hace y, por ello, todo lo ve y en todo se hace presente”. Para la mayoría de los historiadores no existe duda sobre la función apotropaica o protectora que además poseen.
 
Junto a la figura descritae intersecando con ella existen cinco hoyitos, como cazoletas pequeñas, que parecen surgir de la cabeza del cruciforme y, casi alineados, descienden oblicuamente y atraviesan su brazo derecho. Este detalle arroja pistas importantes sobre el origen de los grabados de San Tirso, pues es frecuente que el tema acompañe a los guerreros representados en las denominadas “estelas decoradas del suroeste ibérico”: El Corchito (Cabeza del Buey), El Tejadillo (Capilla), La Dehesa de Benquerencia, La Barca (Esparragosa de Lares) –todas ellas en Badajoz-y las de Alamillo yEl Mesto (Almadén), en Ciudad Real, etc.Con frecuencia, los hoyitos son cinco y se disponen en vertical o inclinados, lo cual no facilita su interpretación, habiéndose dicho de todo, desde botones, como sugiere Almagro, hasta proyectiles de honda, sistemas de medida o puntos de separación entre escenas,según opiniones de otros investigadores. Ninguna de estas hipótesis parece aplicable a nuestro caso, sobre el que avanzaremosalgunas especulaciones:¿Serían bolas o piedras de la suerte? ¿No querríael autor apresar las huellas de los dedos del personaje míticorepresentado en la estela, tal y como a veces interpreta nuestra mitología popular? 
 
A la derecha de la figura que hemos calificado como principal, otra más pequeña aparenta ser un antropoide que cubre su cabeza con un tocado o una diadema –propia del sexo femenino-, cuyos paralelos están claros en más de diez estelas del suroeste, algunas de ellas con representaciones de dose, incluso, tres humanos, uno de los cuales es eldiademado y otro parece ser el guerrero principal de la escena. De las muchas hipótesis que tratan de dar significado a este tipo de personajes destacamos la de SebastiánCelestino, arqueólogo investigador del CSIC, quelos considera entidades protectoras del guerrero difunto. Y añadimos nosotros: ¿Sería el sacerdote o sacerdotisa acompañando al difunto? 
 
Prosiguiendo hacia la derecha, un nuevo antropoide de pequeño tamaño porta un puñal o espada en su mano derecha y un objeto circular en la izquierda que identificamos como un escudo, elemento presente en casi todas las estelas del suroeste, aunque siempre de gran tamaño, destacando de las demás figuras, tal vez por el carácter apotropaico que se atribuía a este artefacto, dotado de poderes mágicos contra las influencias malignas. Sin embargo, las reducidas dimensiones que posee éste de Manzanal nos recuerdan enormemente a ciertos petroglifos gallegos, sirviendode ejemplo el de la Pedra das Ferraduras, en Pontevedra.Pudiera ser que la función del gran escudo se hubiera sustituido por la del ojo soliformeexistente bajo el brazo de la figura que hemos analizado en primer lugar.
 
Sigue otro grabado con aspecto de reptil, que no sabemos interpretar, y concluye por la derecha con una línea verticalque cruza la piedra de arriba abajo.Tal vez sea una lanza perteneciente a la panoplia del guerrero, frecuente en las estelas del Suroeste, o biende un signo que marca el límite de la zona expositiva. 
 
Hemos dejado para el final la gran cruz existente en el extremo izquierdo de la piedra. Podría tratarse de otro antropomorfo, pues los cruciformes con este significado son frecuentes en el arte esquemático, sin embargo, por las acanaladuras regruesadasy los trazos a dos profundidades que presenta, más nos inclinamos a pensar en una cristianización de la piedra, remarcando la cruz sobre otro posible grabado que aquí existiera. Esta misma función la poseen otras cruces marcadas en varias piedras de la ermita.
 
Por todo lo expuesto, creemos que nos hallamos ante una estela decoradaenormemente influida por el estilo que se desarrolló en el suroeste ibérico –en el año 2010fue hallada una estela del mismo tipo, la primera del Noroeste, en Castrelo do Val (Orense),- pero de gran rudeza y con elementos de singularidad propia. Su cronología, siguiendo el criterio prácticamente unánime de cuantos han estudiado este tipo de estelas, se remontaría al Bronce Final o principios de la Edad del Hierro, es decir, entre los años 1200 y 600 antes de Cristo. Respecto a la función que desempeñó en origen,es probable su carácter funerario, ligado a un personaje destacado (guerrero o no) y heroizado por su grupo social,que le incluyó entre sus entidades protectoras; por eso, también, que tumbas y estelas funcionaran como hitos de señalización territorial e indicadores de vías de paso, lo cual juega a favor de que la estela de Manzanal estuviera situada muy cerca de donde hoy se encuentra, tal vez en la propia gruta o en un lugar cercano, en el paso del puerto y cambio de vertiente hidrográfica. Los vecinos, en su día, sintiendo unrespeto intuitivo o un aprecio por lo antiguo, tuvieron el acierto de colocarla en un lugar destacado de la ermita de San Tirso, con lo cual también cristianizaron un elemento pagano.